VERDE ESPERANZA

jueves, 12 de junio de 2008

COSTALEROS. EL ESPIRITU DE LOS AÑOS 70.

Os doy traslado de un magnífico artículo de Adolfo Arenas, Hermano Mayor de la Hiniesta de Sevilla, aparecido en el último Boletín de aquella Hermandad, y que me parece que es perfectamente extrapolable a la situación en Granada en algunas cuadrillas....

Costaleros. El espiritu de los años setenta. Adolfo Arenas

"Nunca necesariamente, todo lo pasado está abocado a haber sido mejor a pesar de que la nostalgia, a veces, nos juegue malas pasadas y la memoria, que suele ser muy selectiva, nos pretenda dar esa impresión. Pero, creo no equivocarme, que muchos cofrades, vinculados cada uno a sus respectivas hermandades, venimos observando con preocupación la desnaturalización que se viene sufriendo en algunos grupos de costaleros, no en todos, obligando a que los dirigentes de las Hermandades y Cofradías nos detengamos no solo a pensar y reflexionar sobre actitudes, conductas, modos, maneras de comportamiento, y relaciones con los demás componentes de la Institución, sino también en las formas de incorporación, permanencia y vocación, motivaciones, impulsos y sentimientos que les asisten etc. ya que no deberíamos llegar a puntos de inflexión que pusieran en peligro la forma y, a veces, el fondo del normal desarrollo de nuestras Hermandades, trastocando algunas escalas de valores que son intocables por sí mismas.
Como todos los que tenemos algunos años recordamos, el movimiento de los costaleros-hermanos o costaleros no profesionales, nace en los primeros años setenta del pasado siglo por circunstancias de crisis que no son al caso, dando origen a una nueva forma de realizar la Estación de Penitencia y participar en la vida de las hermandades. Cada uno de los que interviene en esta nueva experiencia lo hace sin perder su individualidad como persona y hermano constituyéndose solo como grupo o colectividad en el momento que impone la disciplina de la “trabajadera”, volviendo, tras cumplir su función, a ser un hermano más vinculado con el resto de sus compañeros por el amor y respeto a la Institución y la amistad fraterna que proporciona el esfuerzo común. Por expresarlo gráficamente, si ello es posible, es una línea que naciendo en el afecto a la hermandad, hace su Estación de Penitencia o colabora en el tránsito procesional para, sin haber abandonado su individualidad de hermano o cofrade, volver a Ella para seguir colaborando en más o en menos. Vienen a mi memoria muchos nombres de amigos y conocidos actuales y de aquellos años que, después de una etapa en tan noble y digna forma de hacer la Estación de Penitencia cambiaron el costal por la túnica cuando llegó el momento sin el menor empacho ocupando, en numerosos casos, puestos de gran responsabilidad en sus Juntas de Gobierno o siendo ejemplos a seguir entre los que le conocen en sus respectivas hermandades.
Lamentablemente y para cualquier conocedor de nuestras Hermandades y Cofradías, da la impresión que la situación en muchos casos ha cambiado – y en esto no creo que haya sido a mejor – rogando que no se den por aludidos aquellos que se encuentren exentos y no incursos en lo que a continuación expreso, ya que en nada les afecta, pero existe un grupo demasiado numeroso de Hermanos- costaleros o costaleros no profesionales, que están invirtiendo la pirámide en su escala de valores. El costal, en muchos casos, se ha transformado en una especie de dios menor, signo y estigma de fuerza, habilidad y vinculación al grupo, participando de un mundo autónomo e independiente que empieza y termina en la “trabajadera” como símbolo de unión y co-protagonismo resultándoles, a veces, hasta indiferente cual sea la Cofradía o Hermandad bajo cuyo “paso” se encuentran.
Pero sería absolutamente injusto que nos quedáramos aquí, ya que nosotros los cofrades en general y, muy especialmente los dirigentes dentro de las Juntas de Gobierno tenemos también nuestra parcela de responsabilidad en cuanto no seamos capaces de encontrar los límites y la mesura distinguiendo lo que puede ser emotivo, acomodado y hermoso a la conversión del andar de nuestros pasos en un espectáculo poco edificante para nuestra especial idiosincrasia, convirtiendo a quienes los llevan en héroes que han sustituido la corona de laurel por la ropa del costal. Naturalmente, el efecto que ello produce, unido a los otros factores que antes señalaba, provoca, obviamente, una especie mal entendida de “ culto a la personalidad “ y genera, en algunos, una conciencia de grupo que les hace trascender fuera de la “trabajadera” convirtiendo la individualidad en colectividad que pueden hacer llegar hasta la adopción espuria y mediatizada de grandes decisiones en el seno de la Hermandad.
Desde el profundo cariño que profeso a los costaleros, jóvenes y menos jóvenes que se meten en nuestros “ pasos” y dentro y fuera de los mismos dan constantes muestras de su entrega, amor y sacrificio por su Hermandad, quiero enfatizar que esta reflexión solo es aplicable, lo he comentado en líneas anteriores, a grupos limitados, excluyendo expresamente y con el mayor respeto a todos aquellos que tienen y conservan el Espíritu de la Estación de Penitencia de conformidad con la especial característica de cada cofradía y responden al Costal y la Trabajadera como una devoción y nunca afición, ya que ello significaría la pérdida de los valores que nacieron en aquellos años que sirven de título al presente Editorial.
Finalmente, tratar de hacer llegar que solo pretendo que prestemos atención a estas situaciones por el riesgo que pueden implicar para nuestras Centenarias Corporaciones procurando mantener la justa medida y proporción de Principios evitando que, sin apenas darnos cuenta, se desborden y confundan las verdaderas ideas que conforman el Espíritu de nuestras Hermandades y Cofradías."
Adolfo Arenas.- Hno. Mayor de la Hiniesta. Boletín Hiniesta nº 72. Mayo 2008

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